Carta publicada en El Libero, 28 de abril, 2022
Señor Director:
El fin de semana manifestantes pacíficos, que hicieron uso de su derecho a la ciudad, fueron víctimas de agresiones con palos, piedras y cuchillos, uno de ellos herido de gravedad. Los encapuchados que infligieron dicho castigo a la libre expresión, son lo que Karl Marx llamó lumpen. Por su parte, la constitucionalista, Elsa Labraña los llama masas a las cuales se les debe controlar “el comportamiento y la opinión” para así “mantener el poder”. En palabras de Ronald Rivera Calderón, fundador de VOP (1970), son los “delincuentes” los que asegurarán la subversión.
Hoy la noción de “delincuente” es más inclusiva y
se extiende a todo el que esté dispuesto a dispensar de la humanidad y valores,
para actuar violentamente, entre estos los estudiantes que, expuestos al
adoctrinamiento se convierten en el medio para alcanzar los fines políticos,
tal como vimos la semana pasada en el ataque y amenazas al rector del Instituto
Nacional Barros Arana. Estos jóvenes son también víctimas del
abuso por ideologías siniestras que coartan su regocijo por la vida—eso que no
se adquiere con drogas, alcohol o el último celular—en suma, ideologías que
menosprecian su futuro y coartan su capacidad de contribuir.
Este uso y abuso de los jóvenes no es nuevo. Así
sucedió cuando a fines de los años 80s el Partido Comunista dio de baja al
Frente Patriótico Manuel Rodríguez, dejando a la deriva a muchos entonces
jóvenes. Éstos, socialmente inadaptados, incapaces de proveer sustento
honradamente para ellos y sus familias y cuyo único ideal era el odio y la
lucha, optaron por continuar delinquiendo.
Delincuentes, sí, pero éstos son también jóvenes víctimas de ideologías
siniestras que los consideran masas moldeables a antojo. Por esto es importante
poner fin al abuso y evitar que se despoje a estos jóvenes de su futuro y que en
50 años más volvamos a sufrir la violencia que vemos hoy en nuestro país.