25.9.20

Un árbol resiste



La cordillera quiere mostrar su sublime esplendor, pero no la vemos. Los minutos corren y quisiéramos correr con ellos, pero el semáforo de la Alameda—hoy restaurado—, sigue en rojo. Esa Alameda por la que alguna vez bajó el aire fresco, el verdor y una distante calma. La belleza de la cordillera nos alcanza momentáneamente, sólo después de alguna lluvia torrencial, entonces por unos segundos algunos miramos al oriente, para retornar rápidamente y alcanzar el otro lado de la calle.


Cerca del semáforo el lánguido árbol resistió y nos observa, pero no lo vemos. Él, más agredido que nosotros, trata de sobrevivir a la contaminación, al menosprecio y el ruido, pero no puede sobrevivir a la brutalidad humana, ni a la furia y destrucción desatada por algunos violentistas. Cada dos meses, el árbol caía a pedazos y en el mismo lugar era remplazado por otro similar. Hoy, largo y enclenque, languidece y nos vuelve a mirar, pero no lo vemos.

Un árbol, ese que nos humaniza, que nos recuerda que existe vida entre tanto cemento, máquinas, maldad y ansiedad, este árbol sobrevivió por varios años, protegido por una coraza construida por mis estudiantes. Este árbol se acorazó con una corteza antigua de experiencia y de tiempo. Este árbol nos mira, incrédulo y aún incierto de su futuro. Hoy sin los pedazos de su  coraza, la que alcancé a rescatar de ser vendida para alimentar el fuego de las barricadas.







Fotografías por Beatriz Maturana



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