29.1.20

La rabia que nos destruye

Si bien la falta de respuesta a nuestras quejas puede producir “rabia”, no resulta constructivo canalizar esta emoción en su forma más cruda y convertirla en la consigna que alienta las manifestaciones de jóvenes y estudiantes. Nuestra historia nos ha enorgullecido y también desencantado y es esencial comprenderla con responsabilidad y madurez—que, a diferencia del estado infantil, nos permite razonar la complejidad y sopesar tanto los problemas, como los logros—. Versiones que sólo destacan los problemas, obviando los avances, desvirtúan la realidad y puede alimentar “rabia”.

Mensajes que justifican la transformación de 'rabia' en expresiones de violencia. Santiago Centro, 2019 

Soy testigo del sesgo con que se presentan diversos temas en instituciones educacionales, sesgos que contradicen el objetivo educativo, que no es imponer una realidad, sino entregar la mayor cantidad de antecedentes para que el estudiante pueda discernir usando la razón y experiencia. Podemos enfrentar los problemas con inteligencia y generosidad, sin consentir al retroceso fomentado por el infantilismo torpe de la rabia.

Las ciudades, plazas, monumentos e instituciones son obras donde se estampa nuestro espíritu colectivo. Su destrucción y saqueo trasgrede todo lo valioso en nosotros y en nuestra comunidad—daño que nos condena a un atraso material y humano—. No permitamos que nuestras quejas sean reducidas a rabia, que tal como la enfermedad, puede ser fatal.

Beatriz Maturana Cossio
Académica Universidad de Chile

Una versión editada de esta nota fue publicada en diario La Tercera, 19 de enero, 2020.



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